Amor y Psique

“Es una buena oportunidad para releer la inquietante historia de `El asno de oro` de Apuleyo, `Una de las primeras apariciones del amor, en el sentido estricto de la palabra` -según Octavio Paz. Y una buena oportunidad también para leer el espléndido estudio de Antonio Betancor `Apuleyo y la fortuna`, escrito en una prosa viva y eficaz al servicio de una inteligencia singular». Juan Malpartido. ABC “Dice el mexicano López-Pedraza en su obra sobre este mito: Permítanme apoyarme en el alquimista a quien le preguntaron qué había logrado con su opus y respondió: una herida dulce, un mal suave`. ¿Qué otra cosa podría pasar cuando se nutre? de un dios perfecto y desnudo? No olvidemos que el resultado de la unión se llamó Voluptuosidad. Las contradicciones y anhelos de Occidente en una fábula lírica y bella». Luis Antonio de Villena. Babelia. El País La fábula de Amor y Psique es uno de los mitos más bellos y significativos de la antigüedad clásica, así como uno de los que mayor influencia ha ejercido en la literatura y las artes, no sólo durante la época grecolatina sino también a lo largo de desde la Edad Media y el Renacimiento, e incluso hasta el siglo XVIII. Buena prueba de que aún no ha decaído es la adaptación que el escritor inglés CS Lewis hizo de este mito a mediados del siglo pasado, después de haberlo madurado a lo largo de su vida. La única versión completa que tenemos de este relato mitológico se inserta en medio de la variada trama de relatos que componen la novela El asno de oro de Apuleyo, escrita en Cartago en el siglo II d.C. Trágica y obscena, mística y burlona, ​​esta obra conserva todas las características de la literatura latina imperial, sin olvidar la esencia espiritual alejandrina de la que también es heredera. En su largo y erudito epílogo, Antonio Betancor repasa exhaustivamente todas las facetas que ha dado lugar a este mito: desde la abstrusa pirotecnia de los antiguos mitógrafos y gramáticos hasta las vibrantes visiones neoplatónicas que llegan a Ficino; desde las distintas interpretaciones psicológicas junguianas hasta los estudios literarios más recientes sobre el contexto cultural en el que surge. También analiza la esquiva personalidad de su autor, un hombre de letras y un showman que, como señala Edgar Wind, aprendió de Platón que las cosas más profundas se expresan mejor en un tono de ironía. Apuleyo nació en Madauros (Argelia) hacia el año 125 de nuestra era. Su vida coincide con la Segunda Sofística, cuando una serie de autores de origen griego buscan restaurar el prestigio de la cultura helénica en las ricas ciudades de la cuenca del Mediterráneo oriental que se encontraban bajo dominio romano. Gracias a su cómoda posición económica, estudiará retórica en Cartago y, más tarde, geometría, poesía y música en Atenas. En Grecia toma contacto con el platonismo y los grandes centros de la sofística griega, como Samos, Pérgamo y Esmirna. En Oea, la moderna Trípoli, se casa con una viuda rica. Posteriormente será acusado de haberla seducido mediante artes mágicas, pero es absuelto del proceso en el año 158 gracias a su brillante oratoria, que se conserva íntegra en su Apología. Durante la década que siguió a este acontecimiento, Apuleyo consiguió consagrarse en Cartago gracias a sus dotes de retórico. Murió hacia el año 180. De su obra destacan sus discursos, como Apología y Florida, sus tratados filosóficos, como De Deo Socratis, De Platone y De mundo, y esa extraordinaria mezcla indiscriminada de novela picaresca, tratado mistagógico, pornografía y brillante ejercicio estilístico que es su novela Las metamorfosis, que san Agustín titularía El asno de oro. «Imbuida de la creatividad y generosidad de su hacedor – el Artesano del Timeo – el alma (psique) es, en el mito platónico, un ser inmortal que pierde, en el momento de su encarnación humana, su coordinación con los poderes del alma .. al identificarse con su cuerpo mortal, ella se exilia de su naturaleza original, de sí misma y de su comunión innata con todo lo creado, «pierde sus alas», se dice en el Fedro. En El Banquete Platón nos presenta con un Sócrates que, tras una abrumadora confesión de ignorancia en prácticamente todo, se pronuncia sobre lo único que dice entender: los misterios del amor y del deseo (ta erotika).Diotima, una sacerdotisa, le ha revelado la importancia de Eros , un poderoso daimon que precede a la razón dictando en secreto un rumbo y un objetivo que ella, por sí sola, no puede alcanzar: recuperar el mundo perdido.Extracto del epílogo de Antonio Betancor